J.A.Baro de la Fuente
(Profesor / Dep. CC. Agroforestales. Univ.Valladolid) – Artículo publicado en la revista Fefricale Nº26 Agosto 2020
Todos somos conscientes de que el bienestar animal es una preocupación creciente entre ganaderos, distribuidores y consumidores, en todas las producciones, en pos de la sostenibilidad y de la confianza del consumidor; pero es un desafío que requiere esquemas de evaluación razonables y fiables, y ahí las diferencias son muy marcadas. La tendencia apunta a involucrar a todos los profesionales que intervienen en el proceso productivo, en utilizar monitorización remota y análisis rutinarios… blanco y en botella.
Los indicadores de bienestar que se han propuesto son muchos pero inciertos, pese a los enormes recursos invertidos en los métodos de evaluación. En general, se basan en el concepto de las «5 libertades»: de hambre y sed, de miedo, de malestar, de dolor, lesión y enfermedad, y para expresar su comportamiento natural. El marco de evaluación mas extendido es el del grupo de trabajo europeo «Welfare Quality», que le costó a la Comisión casi 20 millones de euros, y del que existen variantes mas estrictas propuestas por ciertos grupos de presión. La OMC (organización mundial del comercio) encargó a la OIE (organización mundial de la sanidad animal) un estándar ISO para el comercio de productos animales, el «Terrestrial Animal Health Code» (TAHC) [https://www.oie.int/standard-setting/terrestrial-code/access-online/], que establece un marco mas práctico en el que se trata de valorar cojeras, heridas, higiene, y condiciones de vida mediante agentes humanos.
Una vez validado el procedimiento de valoración visual, por ejemplo contrastando con opiniones de expertos, se entrena a los agentes de campo, y se establece un sistema de coordinación para que las valoraciones sean repetibles entre distintos agentes. Todo esto es muy caro, porque conlleva operaciones que consumen mucho tiempo como esas largas y frecuentes visitas a las explotaciones, y las jornadas de coordinación de criterios mediante reuniones de agentes de campo. Se trabaja en su abaratamiento facilitando la valoración con «apps» por agentes no profesionales, o interpretando fotos y no inspecciones visuales, con inteligencia artificial y, recientemente, utilizando dispositivos monitores remotos (la web de las cosas) que desgraciadamente aún se comunican mal entre ellos por falta de estándares, y son muy limitados en cuestiones de almacenamiento de datos.
Las opciones son limitadas, y actualmente los investigadores se decantan por la valoración no presencial mediante «datos recogidos sistemáticamente», léase Control Lechero Oficial. Vamos a ordeñar más al Control Lechero? Si, señores, se pueden combinar los datos para obtener indicadores de bienestar a partir de datos de: longevidad, nutrición y producción, animales jóvenes, y salud y reproducción. Todos entendemos que si una explotación presenta buenos indicadores de salud y de longevidad no debe estar padeciendo problemas de bienestar. Concretamente, valorando la longevidad mediante el porcentaje de vacas mas allá de la tercera lactación, las tasas de desvieje y de muertes, la relación entre nutrición y producción por el porcentaje de vacas con niveles de urea en leche inferiores a 50 mg/l, y mediante los efectos de la unidad de manejo del modelo de evaluación (valor BLUP del rebaño), a los animales jóvenes por la tasa de muertes antes de las 24 horas de vida y por las edades al primer parto, y al binomio salud y reproducción por la tasa de abortos, el porcentaje de vacas con recuentos elevados, con niveles altos de BHB en leche (mas de 0.2 mmol/l), con altas relaciones proteína/grasa (por encima de 1.1), entre otros datos obtenibles del CLO y que se agregan como rankings de percentiles, lo que permite comparar explotaciones.
Tenemos grandes esperanzas puestas en que los datos del Control Lechero Oficial permitan evaluar el bienestar en un futuro próximo, de forma remota, frecuente, fiable y contrastable, tal vez incorporando nuevos análisis de la leche para algún corticoide indicador de estrés, con algún dato de tiempo de reposo recogido por sensores del cubículo como colchonetas inteligentes, con cámaras para valorar la condición corporal de forma autónoma, con el registro de intervenciones de manejo como descornado y corte de colas, etc.. Pero hay elementos del bienestar que no se pueden valorar con los datos disponibles, en particular los relacionados con el comportamiento y con los síntomas inespecíficos de enfermedad. Para otros, la relación es muy compleja como en el caso de la condición corporal y el del tiempo de descanso. En definitiva, la sensibilidad y especificidad que podemos alcanzar interpretando esos datos con los conocimientos actuales aún no lo permiten.